Quien mejor que el Armador para saber hasta dónde pueden llegar su cuerpo y mente tras hasta cuatro operaciones severas en la rodilla. Una de ligamentos y tres en el menisco.
El milagro, quizá, es que siga jugando en la NBA y anotando casi 20 puntos por partido después de eso. Él, no obstante, se sigue poniendo en el pellejo de los mejores.
“Cuando llego a un buen equipo, todavía me siento enganchado de la misma manera. ¿Qué vas a decir después? Lo único que se puede decir es que todavía puedo jugar”, defiende Rose, en una entrevista concedida a The Associated Press, sobre su posicionamiento entre los jugadores más destacados de la liga.
No en vano, la pasada temporada pudo encadenar 18,0 puntos, 4,4 asistencias y 45,1 por ciento en tiros de campo con los New York Knicks. Números muy por encima de un exjugador de 28 años, como le valoran muchos. Su impacto, sí que es cierto, ya no es ni la mitad de a lo que llegó.
Este verano ha servido para resetear plenamente sus baterías. De cobrar 21 millones anuales el pasado curso, Rose percibirá 2 por haberse enrolado a las atestadas nóminas de los Cavs, firmando por el mínimo de veterano. Una nueva oportunidad de anillo, dado que en Chicago se escapó la ocasión hace bastantes años; casi tantos como han transcurrido desde su primera lesión grave, en 2012.