en el triunfo de los Hornets sobre los Timberwolves (118-102), la NBA asistió a la vuelta al pasado, a ese Dwight Howard que maravilló durante la primera década del siglo XXI y cuya cierta decadencia, motivada en buena medida por el sistema de juego de la propia liga, había privado al baloncesto mundial de todo el potencial de un pívot de este nivel.
Pero decíamos que anoche se vio a un Howard como antes, excelso, anotador, reboteador. Doble-doble para él, con 25 puntos y 20 rebotes. Son números que la franquicia no veía desde 2007, en la piel de Emeka Okafor. Howard colocó también 4 tapones y 6 de esos rebotes fueron ofensivos.
Se trata del octavo doble-doble de la temporada 2017-18 para el center, que ha disputado 16 encuentros. Por lo que Howard llega a dobles-figuras en puntos y rebotes en una de cada dos noches que sale a la pista. Ayer, cinceló esas estadísticas con 8/10 en tiros de campo, en una anotación que supone la mejor del curso para él, pero que podría haber sido mayor si hubiera mejorado el acierto en tiros libres (9/14). Eso sí, un 6/10 en el último cuarto, cuando Minnesota buscó hacerle faltas de manera reiterada para hallar esperanza de llevarse el partido, fue importante para los intereses de Charlotte. “Hago 200 tiros libres al día y acierto el 90 por ciento”, dijo Howard al respecto tras el encuentro, en declaraciones difundidas por The Associated Press. “Pero luego en el encuentro, soy tan apasionado que esa emoción sigue en los tiros libres y no se cómo calmar mis hombros. Tengo que desinflarlos y hacer mis tiros”.